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Es la obra icónica del ingeniero Dieste, temprana y significativa para su autor, quien la llamaba su "primera experiencia arquitectónica". Los muros, superficies regladas, junto con las bóvedas de doble curvatura, generan un espacio que, aunque relativamente pequeño, es absolutamente reconocible como referencia de la arquitectura latinoamericana del siglo XX.

Las ondulaciones de muros y cubierta, la luz cenital dirigida y las vidrieras de colores destacan el altar, tras el cual una pared baja, de traza ortogonla y con diferente de textura, es el límite visual. Sobre dicha pared destaca un excelente Cristo tallado por el escultor Eduardo Díaz Yépes (1910-1978), cercano amigo del ingeniero.

La fachada, límite no estructural del espacio se separa centímetros de los paramentos verticales dejando pasar un hilo de luz a través del ónix que sirve de límite. Todas las otras aberturas están igualmente cerradas con ónix (coro y capilla de Lourdes). La única ventana es la posterior, que ilumina la sacristía.

El bautisterio es subterráneo y tanto éste como el coro son dos piezas excepcionales y simbólicas, que acompañan el discurso litúrgico con gran expresividad. La torre campanario exenta es otro de los íconos visuales de la obra de Dieste, en particular la vista cenital de la escalera de caracol.

En la propuesta estructural de este edificio es imposible separar la forma de llos esfuerzos estructurales. Con un área cubierta de 528 metros cuadrados y bóvedas con 16 metros de luz libre, es una obra excepcional en términos constructuvos y arquitectónicos.

Es el trabajo de Dieste con mayor reconocimiento internacional, con mayores referencias bibliográficas y quizá el más estudiado. Su estética y rica volumetría interna y externa, luces y sombras, no deja mal a ningún fotógrafo.

Sobre esta obra en particular puede consultarse:

 

Dieste, Eladio. Iglesia en Montevideo: Templo parroquial de Atlántida. Informes de la construcción, vol. 13, num. 27 (enero 1961): 148-160.

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